Es el verano de 1730. En la isla de Bourbon, que en nuestros días será nombrada Reunión, el legendario Capitán Olivier Levasseur, apodado "LaBuse" o "El Cernícalo", es arrastrado hasta el patíbulo. Es el último pirata de Nassau, cuando su cuerpo cuelgue de la soga caerá con él el telón de la Edad Dorada. Ha conocido motines, asesinatos y maldades sin cuento. Ha saqueado los naufragios de la flota española y saqueado buques mercantes que hacían la ruta de las Bahamas. Su carrera de quince años es la más longeva que ha conocido pirata alguno, y el botín está a la altura de los años en el oficio. Se rumorea que su tesoro supera el millón de libras, y que conoce el paradero de una pesada cruz de oro engarzada con diamantes...
El letrado termina de leer la sentencia y, antes de que el verdugo le ciña la soga al cuello, LaBuse se desprende de un colgante y lo arroja con un gesto al público, quien sabe si de astucia o de desespero.
"Mis tesoros para quien sepa descifrarlo", grita antes de ejecutar el baile de la horca.
Y la leyenda del legendario tesoro de Olivier LaBuse toma forma. El colgante incluía un criptograma, con las claves para llegar hasta el botín. Varios expertos han intentado desentrañar el misterio, por el momento y siguiendo las indicaciones de esta transcripción, el mensaje parece ser el siguiente:
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